Por Emir Sader
Las grandes trasformaciones, en general de carácter regresivo, de las ultimas décadas se han convertido en los grandes desafíos del pensamiento critico. Algunas de las verdades que se consideraban establecidas fueron desmentidas, una de ellas fue la idea de que la historia tenía una tendencia evolutiva de los tipos de sociedad, por lo que después del capitalismo nos aguardaría el socialismo y el comunismo. Aunque no se orientara estrictamente por esa visión, había un sentimiento evolutivo de los procesos históricos. Uno de los temas ineludibles de los 70 era el fin del capitalismo y la discusión se centraba en cómo y cuándo se produciría.
Otros temas, como el rol positivo del Estado, los rasgos retrógrados y conservadores de la derecha y la centralidad de la clase obrera constituían un conjunto de referencias para el pensamiento social, las cuales se han desvanecido. La comprensión del nuevo período histórico se ha convertido en uno de los grandes retos para el pensamiento de la izquierda. Incluso porque ese reto se planteaba bajo la influencia de un nuevo auge del liberalismo, de desprestigio del socialismo y de corrientes teóricas que siempre habían girado alrededor de ese tipo de sociedad.
La vida académica se ha tornado más burocrática, las moda de romper con la izquierda, la adhesión a nuevos modelos ideológicos, el aislamiento de las fuerzas de izquierda y de sus corrientes de pensamiento fueron algunos rasgos del nuevo período, globalmente caracterizado por tendencias conservadoras. Este pensamiento crítico no ha dejado de sufrir consecuencias de las grandes trasformaciones de las relaciones de poder en escala mundial.
En este seno las corrientes se han unido al rechazo al Estado, en nombre de la “sociedad civil” hasta a plantear que sería posible trasformar el mundo sin acceder al Estado, todos bajo influencia del liberalismo. Del otro lado del espectro ideológico, en el marco de pensamiento sectario, se consideraba que, como el neoliberalismo es el supra suma del capitalismo solo se saldría de ese modelo hacia el socialismo.
De esta forma se demostraban las dificultades que tenía el pensamiento social para comprender un cambio de período hacia uno de carácter regresivo, pero que se presentaba como innovador, rechazando al Estado, al socialismo, a la política, a las soluciones colectivas, a los movimientos sociales, a los partidos, a las mismas ideologías y a la izquierda, como conservadores, superados, agotados.
Un nuevo período histórico profundamente contradictorio, solo se puede comprender a través de la máxima de Lukács: “lo único que hay de ortodoxo en el marxismo en el método, esto es, la dialéctica. Porque ese nuevo período ha representado, a la vez, un inmenso retroceso, con el fin del socialismo y el desgaste de un conjunto de referencias progresistas, con la llegada de un mundo unipolar bajo la hegemonía norteamericana. Pero, a la vez, esa hegemonía no trajo aparejada ni la retomada de un ciclo de expansión económica del capitalismo, ni un período de paz mundial, bajo la acción del imperialismo norteamericano.
La globalización del modelo neoliberal ha significado el paso a un largo ciclo recesivo del capitalismo, que dura ya varias décadas y no tiene plazo para terminar. La multiplicación de los focos de guerra es otro de los rasgos del nuevo período. Lo cual, a su vez, ha permitido el surgimiento de gobiernos antineoliberales en América Latina y de los Brics, en escala mundial, como contrapuntos a la hegemonía norteamericana y del modelo neoliberal.
La comprensión contradictoria de esos factores es indispensable para que el pensamiento crítico se ponga a la altura de los desafíos presentes, especialmente en América Latina, donde ese pensamiento necesita recuperar la capacidad de análisis creativa que tuvo en el pasado, para poder contribuir a la superación de los problemas a los que se enfrenta la lucha antineoliberal. No habrá superación del neoliberalismo sin una participación activa y creativa del pensamiento critico, en estrecha relación con la practica política de las fuerzas del campo popular, porque se trata de desafíos nuevos, en un período histórico nuevo, que requiere no repetir las formular esquemáticas del pasado, ni tampoco adherir a las formas superadas del liberalismo.
No por acaso el pensamiento crítico latinoamericano tiene en Mariátegui uno de fundadores, porque fue uno de los que más ha renovado el pensamiento social del continente, echando raíces en nuestra propia historia. Es la hora de que el pensamiento crítico latinoamericano inicie un nuevo vuelo, a partir de la comprensión de nuestra realidad específica y aprendiendo de los avances y los errores cometidos en este siglo.