abril 29, 2025 9:58 pm
Por una ética de necesaria responsabilidad con la Tierra

Por una ética de necesaria responsabilidad con la Tierra

POR LEONARDO BOFF

Necesitamos conocer más y mejor nuestra Casa Común, la Tierra. La vida no sólo está presente en la Tierra sino que también ocupa partes de ella (biosfera). La Tierra misma, en su conjunto, emerge como un superorganismo viviente. La Tierra está viva. Por ejemplo, en tan sólo un gramo de tierra, es decir, menos de un puñado, viven aproximadamente 10 mil millones de microorganismos: bacterias, hongos y virus (Wilson, Cria ção , p. 26). Son invisibles pero siempre activos y trabajan para mantener la Tierra viva y fértil. La Tierra, tan llena de vida, es la madre que genera todos los seres vivos.

Esta observación nos obliga a reflexionar más atentamente sobre la cuestión de la vida. Tanto para Einstein como para Bohr, “la vida supera la capacidad del análisis científico para comprenderla ( N. Bohr, Física atómica y  conocimiento humano , 1956 cp. Luz y Vida , p.6). Sin embargo, la aplicación de la física cuántica, la teoría de la complejidad (Morin), la teoría del caos (Gleick, Prigogine) y la biología genética y molecular (Maturana, Capra) han demostrado que la vida representa la irrupción de todo el proceso evolutivo, desde las energías y partículas más originarias, pasando por los gases primordiales, las Supernovas Superluminosas , las galaxias, el polvo cósmico, la geosfera, la hidrosfera, la atmósfera y finalmente la biosfera. Como afirma el premio Nobel de biología de 1997, Christian du Duve: “ el carbono , el hidrógeno , el nitrógeno , el oxígeno , el fósforo y el azufre constituyen la mayoría de la materia viva ” ( Vital Dust 1995 cp. 1).

Fue un trabajo especial de Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química en 1977, el que demostró que la presencia de elementos químicos no es suficiente. Están continuamente intercambiando energía con el medio ambiente. Consumen mucha energía y por tanto aumentan la entropía (agotamiento de la energía utilizable). Las definió acertadamente como estructuras disipativas (consumidoras de energía) . Pero son estructuras igualmente disipativas en un segundo sentido paradójico, porque disipan la entropía. Los seres vivos producen entropía y al mismo tiempo escapan a ella. Metabolizan el desorden y el caos del entorno en órdenes y estructuras complejas que se autoorganizan, escapando de la entropía y produciendo negentropía, entropía negativa y produciendo sintropía positiva.

Lo que para una persona es desorden para otra es orden. Es a través de un precario equilibrio entre orden y desorden (caos: Dupuy, Ordres et Dé sordres , 1982) que la vida se mantiene (Ehrlich, O mechanisms da natureza , 1993, 239-290).

Esto también se aplica a nosotros los humanos. Entre nosotros surgen formas de relación y de vida en las que la sintropía (ahorro de energía) prevalece sobre la entropía (desperdicio de energía). El pensamiento, la comunicación a través de la palabra, la solidaridad, el amor son energías muy fuertes, con un bajo nivel de entropía y un alto nivel de sintropía. Desde esta perspectiva no estamos ante la muerte térmica, sino ante la transfiguración del proceso cosmogénico, que se revela en órdenes supremamente ordenados, creativos y vitales. Este futuro no es misterioso.

Basta con referirnos a las investigaciones del médico y biólogo inglés James E. Lovelock y de la bióloga Lynn Margulis (Gaia, 1989; 1991; 2006; Sahtouris, 1989, Gaia; Lutzemberger, 1990, Gaia; Lynn Margulis, 1990, Microcosmos) quienes han descubierto que existe una sutil calibración entre todos los elementos químicos y físicos, entre el calor de la corteza terrestre, la atmósfera, las rocas, los océanos, todo bajo el efecto de la luz solar, de tal manera que hace que la Tierra sea buena e incluso excelente para los organismos vivos. Aparece, por tanto, como un inmenso superorganismo vivo autorregulado, llamado “Gaia” por James E. Lovelock, en referencia al nombre clásico de la Tierra de nuestros ancestros culturales griegos.

Le precedió el geoquímico ruso Wladimir Vernadsky (1863-1945), quien elaboró ​​el concepto de biosfera (1926), que proponía una ecología global, del planeta Tierra en su conjunto, considerando la vida como un actor ecológico planetario. Pero fue el nombre de Lovelock el que destacó.

La Tierra, a su vez, ha mantenido durante millones y millones de años una temperatura media entre 15º y 35º, que representa la temperatura óptima para los organismos vivos. Sólo ahora ha comenzado una nueva era: la del calentamiento.

La articulación sinfónica de las cuatro interacciones fundamentales del universo continúa actuando en sinergia para mantener la actual flecha cosmológica del tiempo hacia formas de ser cada vez más relacionales y complejas. Ellos, en verdad, constituyen la lógica interna del proceso evolutivo, por así decirlo, la estructura, o más bien, la mente ordenadora del cosmos mismo. Vale la pena mencionar la famosa afirmación del físico británico Freeman Dyson (1923): “cuanto más examino el universo y los detalles de su arquitectura, más evidencia encuentro de que el universo sabía que un día, muy adelante, emergeríamos” ( Disturbing the Universe , 1979, p. 250).

Esta visión sostiene que el universo está formado por una inmensa red de relaciones, de modo que cada persona vive a través de la otra, para la otra y con la otra; que el ser humano es un nudo de relaciones que miran en todas direcciones; y que la Divinidad misma se revela como una Realidad pan-relacional, como subraya el papa Francisco en su encíclica Laudato Si ( n. 239). Si todo es relación y nada existe fuera de la relación, entonces la ley más universal es la sinergia, la sintropía, la interrelación, la colaboración, la solidaridad cósmica, la comunión y la hermandad universal. Esto es lo que nos falta en el mundo de hoy.

Esta visión de Gaia podrá renovar nuestra coexistencia con la Tierra y hacernos vivir una ética de necesaria responsabilidad, compasión y cuidado, actitudes que salvarán la vida en nuestra Casa Común, la Tierra.

@LeonardoBoff

 

 

 

 

 

 

 

 

Síguenos en Redes Sociales

Scroll al inicio