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La oportuna reacción de buena parte de la comunidad internacional fue clave para evitar que se consolidara el golpe de Estado en Bolivia, destacó la senadora del Pacto Histórico, Clara López Obregón.
Dijo además que este nuevo intento de los sectores reaccionarios de desestabilizar el proceso democrático tiene que servir de lección para los sectores progresistas de Latinoamérica en el sentido de consolidar su unidad, deponer las áridas confrontaciones internas que solo dan posibilidad a la derecha para hacerse con el poder en detrimento de los intereses populares, la soberanía nacional y el bien común.
Detonante de la intentona golpista
El nivel de enrarecimiento de la vida política boliviana fue el detonante principal para la burda intentona golpista del pasado miércoles 26 de junio, cuyas maniobras que desembocaron en la extraña asonada sólo se conocerán, si acaso, con el transcurso de los días y los meses. Sin embargo, es inevitable enmarcar los acontecimientos en la prolongada y desgastante lucha del mandatario Luis Arce y su antecesor, Evo Morales, por el control del partido al que ambos pertenecen, el Movimiento al Socialismo (MAS), y por la nominación presidencial de 2025.
En una chocante serie de sucesos, el ahora excomandante general del Ejército de Bolivia, Juan José Zúñiga Macías, condujo a sus tropas al palacio presidencial El Quemado, en La Paz, e intentó irrumpir por la fuerza en el recinto. Tras derribar un acceso a la sede del Ejecutivo, el militar sublevado sostuvo un breve intercambio verbal con el mandatario, Luis Arce, después de lo cual se retiró y se atrincheró en un vehículo blindado. Luego hizo declaraciones en las que justificó sus actos como reclamo por la restitución del orden democrático y la liberación de los presos políticos, en referencia a los militares y civiles que consumaron un golpe de Estado en 2019 y condujeron un efímero régimen de facto. Poco después Zúñiga Macías fue detenido y le espera, como es obvio, un proceso penal.
La sedición fue recibida con rechazo instantáneo y unánime por gobiernos progresistas, pero también por administraciones caracterizadas por contemporizar con los derrocamientos violentos de gobiernos de izquierda e incluso por la desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA), encabezada por Luis Almagro, conocido organizador de atentados contra la democracia como el que sufrió la propia Bolivia hace casi cinco años.
Muy elocuentes sí los silencios de líderes de la ultraderecha en la región como el presidente de Argentina, Javier Milei, el líder del neopinochismo en Chile, José Antonio Kast; o los pronunciamientos de la inefable senadora colombiana María Fernanda Cabal y la agente de Washington en Venezuela, María Corina Machado, celebrando el intento de golpe de Estado.
⚡🇧🇴 Se escuchan lo que parecen disparos durante el discurso de Luis Arce
💬 "Todos los bolivianos juntos vamos derrotar cualquier intentona golpista" pic.twitter.com/64YhjRsUSw
— Sepa Más (@Sepa_mass) June 26, 2024
Si bien la institucionalidad volvió a su cauce, las fuerzas democráticas permanecen en alerta ante el ambiente político enrarecido por la división política en el MAS que ha afectado la gobernabilidad en el país, además de facilitar la recomposición de la derecha golpista, como la que protagonizó el golpe Estado contra Evo morales en 2019 mediante una asonada policiaco-militar.
Este intento de romper la institucionalidad democrática boliviana debería servir de lección a todos los sectores progresistas y de izquierda en Latinoamérica para evitar las divisiones y confrontaciones que no solo son destructivas sino que facilitan a las derechas acosadoras obtener el poder, en ocasiones, para no soltarlo por largos periodos imponiendo su expoliador modelo neoliberal para beneficio económico a costa del sacrificio de las mayorías populares.