Por Jairo Andrés Rivera Henker
Algunos análisis personales sobre la derrota del SÍ el pasado domingo 2 de octubre en Colombia:
Algunos análisis personales sobre la derrota del SÍ el pasado 2 de octubre en Colombia:
- La derrota no solo le cae como un baldado de agua fría al gobierno y las FARC. También a todos los sectores y personas que bregamos por construir un nuevo pacto político sobre la base de la reconciliación nacional.
- La derrota se explica por la persistencia de un profundo sentimiento anti-Farc interpretado por un audaz populismo de derecha en cabeza de Uribe. Sin embargo, es equivocado pensar que es un sentimiento que se ha profundizado. Se mantiene en un amplio núcleo duro de nuestra sociedad, pero (aunque no como quisiéramos) se ha desplazado hacia la reconciliación. Hace 10 años era impensable que la mitad del país votara a favor de un acuerdo de paz con las FARC. La paz ha ganado terreno en un país con una hegemonía de la guerra, el odio, la venganza y el descreimiento en la política.
- El NO tiene el peor de los efectos sobre el país. Anula los acuerdos, genera una crisis política e institucional sin precedentes en el actual periodo, deja al país en un limbo en términos de su rumbo, y cambia totalmente el escenario político. El uribismo tiene la pelota en su campo, pero no está exento de contradicciones: son los responsables de la situación y no saben cómo proceder. Uribe sabe que tiene que concertar porque su victoria fue inesperada y lejos de ser aplastante, y tiene la oportunidad de oro de reencauchar su proyecto político en el ámbito nacional. Se avecinan contradicciones en el seno del centro democrático con los sectores más radicales.
- Existen dos escenarios posibles. A. La renegociación de los acuerdos. B. Un pacto político nacional con todos los actores que delegue la disputa en otro campo de batalla (como una ANC, congresito, asamblea constitucional, o variantes de éstas). Hay otras dos opciones que aunque no se ven factibles en el horizonte ante las reacciones inmediatas, no se pueden descartar: C. La aceptación de los acuerdos por parte del uribismo con ajustes en términos de su participación política, y D. La profundización del sentimiento de guerra y la crisis institucional, al punto del retorno a la confrontación.
- El desconcierto, la desesperanza y la tristeza son sentimientos apenas normales para quienes empujamos el SÍ A LA PAZ. Al fin y al cabo fue un resultado inesperado para todos (incluyendo los del NO), que evidencia que lejos de las concepciones reduccionistas y maximalistas de la política, las elecciones son un arte y no dejan de ser un lugar privilegiado donde se condensa la principal batalla de cualquier proyecto político serio en el mundo contemporáneo: la disputa por el sentido común de la gente, que se manifiesta cada vez menos en el mundo de lo público (incluyendo las redes sociales), que en el mundo privado y la intimidad de la urna. La doble moral colombiana mezclada con una cultura política fuertemente antidemocrática produjo una imagen distinta a los resultados.
- Pese a lo anterior no hay razones para caer en la derrota absoluta ni derrumbarse. De toda crisis surge una oportunidad. La que se abre con este fenómeno es la oportunidad de ampliar el pacto político alrededor de los acuerdos, o bien presenciar jugadas maestras de los actores dentro del juego que transformen la correlación de fuerzas manifestada en el plebiscito, a favor de los acuerdos de paz. Es el tiempo de los grandes estadistas (si es que los hay!) y de la primacía de la audacia sobre las corporaciones políticas. El resultado del plebiscito no muestra vencedores absolutos sino la polarización de un país donde hay una disputa abierta por la paz y fundamentalmente su significado.
- Veo en esta una bella oportunidad para hacer todas las rupturas necesarias con la vieja política (de todas las ideologías), y presenciar el renacimiento de nuevos proyectos políticos. El tiempo para romper la religiosidad de los viejos esquemas políticos y organizativos, más fundados en la herencia que en la disputa por el poder. El país está hablando con su odio, su esperanza y su indiferencia. Hay que escucharlo sin caer en autoengaños ni autocomplacencias. Es el tiempo de los grandes sacrificios, de no morir con las banderas en alto y encontrarle salidas al ocaso con audacia: hay que revitalizar la política con nuevos gestos.
- El gran peligro de este tiempo es que queden eliminados en la disputa que se viene los dos principales significantes contenidos en los acuerdos de paz: el perdón y la reconciliación. Estos significantes son precisamente los que permiten construir un nuevo momento político en el país. La batalla por mantenerlos y defenderlos se convierte en lo central del momento político para todas las fuerzas democráticas.
- En algún momento dentro de esta incertidumbre la pelota quedará en el campo de las FARC. Ese será el momento donde más grandeza e inteligencia deberán demostrar, en la misma vía de la inteligencia, el compromiso y la vocación de reconciliación que han evidenciado en este proceso, para sacar la paz adelante sin que pierda la significación que se logró en los acuerdos. No me cabe duda que esos acuerdos de paz son una esperanza de modernización y profundización de la democracia en Colombia.
- Hoy con la correlación de fuerzas evidenciada en el plebiscito, y sin tener como base lo ya acordado en La Habana (es decir, re pactando), considero que una Asamblea Nacional Constituyente sería un desacierto. Ahí hay que llegar, sí, pero en otro tipo de circunstancias para no convertir una derrota parcial, en una definitiva.
- Cada vez es más cierto: la paz es la victoria.
¡Vamos a insistir con toda! ¡Aquí seguiremos rompiendo el silencio! ¡Vamos por la reconciliación nacional!