Por Eduardo Sarmiento Palacio
La comisión tributaria fue conformada hace más de un año, cuando se consideraba que la economía colombiana era la excepción de América Latina y estaba blindada a perturbaciones externas. La reforma tributaria fue concebida como una forma de compensar la reducción de los recaudos tributarios ocasionados por la caída de los precios del petróleo. En un total desconocimiento de los tiempos, la reforma se presenta como la única salida a la crisis actual, cuando fue concebida mucho antes de que ésta se incubara.
En el último año se ha presentado una fuerte caída de la actividad productiva y el agravamiento de las condiciones externas. Las políticas de ajuste del sector externo, la devaluación y el alza en las tasas de interés quebraron el balance macroeconómico. En los dos años siguientes a la devaluación masiva las exportaciones se redujeron a la mitad y el déficit en cuenta corriente se mantiene cerca de 6 % del PIB. El producto nacional, que venía avanzando a más de 5 %, pasó a 1,5 %, contrariando todas las predicciones del gobierno y los organismos internacionales; el empleo ha entrado en un estado de crecimiento por debajo de la población y las ventas del comercio descienden. La industria no arranca y la infraestructura vial no supera los anuncios.
El manejo macroeconómico falló en contrarrestar los efectos del déficit en cuenta corriente sobre la demanda agregada y no avanzó en cambiar la estructura productiva para corregirlo. La política del Banco de la República se ha dirigido a corregir el desajuste externo por la vía fácil de la contracción de la producción y la depresión del salario real, primero con la devaluación masiva y luego con el alza de la tasa de interés. Ahora se repite la escena con la reforma tributaria basada en la sustitución de la tributación directa por la indirecta.
La reforma tributaria no es el medio idóneo para corregir el monumental desajuste de la balanza de pagos. En la forma como está planteada agrava las condiciones de demanda y no contribuye a corregir los desbalances externos en forma importante. Mal puede esperarse que la baja del salario mediante la ampliación de la tributación indirecta constituya la mejor solución para elevar la competitividad de las exportaciones colombianas.
En el fondo lo que se necesita es una estrategia para impulsar las exportaciones que disponen de demanda externa. El camino no es una política fiscal de bajos salarios y reducción indiscriminada de los costos laborales para todas las empresas, que acentuaría las desigualdades de la sociedad colombiana. Se plantea, más bien, la aplicación de apoyos dirigidos a las empresas que efectivamente están en capacidad de exportar y generar empleo, al igual que la intervención en el tipo de cambio y el tratamiento distinto para los bienes industriales y agrícolas.
La propuesta de la comisión tributaria se elaboró antes del agravamiento de la economía y como una solución a la caída de las cotizaciones del petróleo. En el fondo es una fórmula para contrarrestar los errores de las reformas anteriores e incrementar los recaudos fiscales. De ninguna manera constituye una solución a la caída libre de la economía y al déficit creciente de la balanza de pagos. Lo que se plantea es una estrategia por la vía de la ampliación de la producción y la defensa del salario y la distribución del ingreso para ampliar las ventas externas, dentro del contexto de política industrial orientada a promover las actividades de mayor demanda mundial, política tecnológica encaminada a elevar la productividad de las actividades complejas mediante el aprendizaje en el oficio y política comercial que reduzca los costos laborales de los productos que efectivamente se exporten y generen empleo.
El Espectador, Bogotá.