marzo 15, 2025 10:36 pm
Trump modelo 2025: ¿qué le espera a América Latina en el umbral de su segunda administración?

Trump modelo 2025: ¿qué le espera a América Latina en el umbral de su segunda administración?

Trump se juramenta para asumir su segundo mandato como el 47º presidente de los Estados Unidos.

POR ATILIO A. BORON / AGENCIAS /

Es la primera vez en la que un delincuente convicto toma posesión como Presidente de Estados Unidos; la primera en mucho tiempo en la que un individuo regresa a la titularidad del Ejecutivo de ese país tras haber estado lejos de ella en el cuatrienio anterior; la primera en décadas en la que la ceremonia principal tiene lugar intramuros en el Capitolio, sede del Legislativo, y no en la explanada que se extiende frente a esa edificación y la primera en la que el protagonista central del acto azuzó una insurrección armada.

Con la asunción de Trump al poder, se pone en marcha la recalibración de las prioridades de política exterior de Estados Unidos y la ejecución de objetivos estratégicos nacionales e internacionales más amplios. Esta transición no se trata de un liderazgo excéntrico ni de decisiones erráticas, sino de la ejecución de un proyecto político de largo alcance.

En efecto, el programa trumpiano coloca bajo ataque a las mujeres, las minorías, los inmigrantes y los sectores vulnerables de la sociedad, y ello explica que incontables personas hayan salido el pasado sábado 18 de enero a manifestarse en muchas ciudades estadounidenses a expresar su propósito de organizar la resistencia ante lo que se dibuja como un retroceso histórico de los derechos civiles. Para ellos no hay optimismo posible, sobre todo si se toma en cuenta que el regreso del magnate al poder presidencial ocurre en un contexto mundial caracterizado por el crecimiento de las ultraderechas más autoritarias, intolerantes, atrasadas e ignorantes.

Los magnates como el dueño de Meta, Mark Zuckerberg; el director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos; así como Elon Musk y Vivek Ramaswamy, muy cercanos a Trump, estuvieron presentes en la ceremonia de juramentación.

Además, una de las esencias del nuevo Gobierno estadounidense es, en los hechos, la entrega de un poder político inconmensurable a un puñado de billonarios del sector digital –Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, los más prominentes–, por lo que en sectores industriales y comerciales hay preocupación por los impactos negativos que las medidas anunciadas por Trump puedan tener dentro del país.

El magnate republicano comienza su segundo mandato confirmando su agenda «anti woke»: intención de iniciar deportaciones masivas de inmigrantes y sus intereses expansionistas con la mira puesta en Canadá, Groenlandia, México y Panamá.

¿Qué le espera a América Latina?

La subida de aranceles, las deportaciones masivas y las tensiones bilaterales con algunos de los países son parte del menú. El regreso de Donald Trump a la Presidencia de EE.UU. deja a América Latina expectante ante el impacto que tendrán en la región las políticas que ha prometido el republicano de cara a los próximos cuatro años.

El precedente de su primer mandato, la mediática campaña electoral y los últimos dos meses dan algunas pistas del rumbo que emprenderá la Casa Blanca, lo que alista a los países para las previsibles consecuencias que acarreará el relevo de Joe Biden.

Por descontado se da la alineación de Trump con líderes de derecha en Latinoamérica, como el presidente de Argentina, Javier Milei, lo que permite augurar una cercanía que para Buenos Aires puede traducirse en beneficios en las ansiadas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el reimpulso a las inversiones y la ampliación de la cooperación en materia de seguridad.

Por contrapartida, el respaldo de Milei, aunado a sus simpatías con presidentes como el salvadoreño, Nayib Bukele, pueden ayudar a Trump a armar su propio eje de influencia en Latinoamérica.

Deportaciones masivas

La migración ha sido uno de los temas clave durante la campaña electoral de Trump, que ha anunciado en repetidas ocasiones que llevará a cabo el mayor caudal de deportaciones de la historia, amenazando con expulsar a millones de personas sin papeles en EE.UU.

Se especula que hay una altísima probabilidad de que se cierren programas como la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), el Estatus de Protección Temporal (TPS) o el estatus de permiso humanitario para ciudadanos de algunos países de la región. Asimismo, parecen peligrar algunas de las vías legales de migración, como las Oficinas de Movilidad Segura en Colombia, Costa Rica, Ecuador y Guatemala.

Este tipo de políticas aumentarán la presión sobre países atravesados por la ruta migratoria, que podrían ver crecer el número de migrantes y solicitantes de asilo, en una región donde ya se calcula que hay más de 20 millones de desplazados, según ACNUR.

Proteccionismo y guerra comercial

Otro de los grandes asuntos es la anunciada implementación de una política económica proteccionista en EE.UU., que estará acompañada de una subida generalizada de aranceles.

El foco de Washington está puesto en la pugna comercial con China, pero las amenazas se han ampliado a otras regiones, como la latinoamericana, en donde se ha mencionado a México de manera explícita.

De implementarse la medida de proteccionismo prevista por la administración republicana, se prevén graves afectaciones a sectores como el agroalimentario, esencial en todos los países de la región.

México en el punto de mira

Los choques con México han sido frecuentes durante las últimas semanas. El discurso expansionista de Trump le ha llevado a expresar su deseo de anexionarse desde Groenlandia –bajo la soberanía de Dinamarca–, hasta Canadá o el propio México.

De hecho, el mandatario estadounidense ha llegado a proponer una intervención militar en territorio mexicano, como una posible respuesta al problema del narcotráfico. Aunque esta propuesta no termine materializándose, sí parece augurar una relación basada en medidas unilaterales.

Uno de sus primeros anuncios fue que este mismo 20 de enero procederá a firmar firmar una serie de acciones ejecutivas, y «primero, declararé una emergencia nacional en nuestra frontera sur. Todas las entradas ilegales serán bloqueadas de inmediato» y enviará tropas para terminar «con la invasión desastrosa a nuestro país».

Interrogantes sobre Venezuela

Venezuela ha sido uno de los temas olvidados en la campaña de Trump. Una de las pocas referencias llegó tan solo un día antes de que el presidente reelecto, Nicolás Maduro, asumiera su nuevo mandato en Caracas.

En la víspera de la toma de posesión de Maduro, el mandatario electo de EE.UU. se refirió al opositor venezolano Edmundo González como «presidente electo».

Otra de las señales de una posible pugna con Caracas está en una nominación de Trump: el próximo secretario de Estado, Marco Rubio. El político, de línea conservadora y férreo detractor de Maduro, acusó sin pruebas a Venezuela de estar «controlada por una organización criminal y narcotraficante», tras criticar a la saliente administración de Joe Biden por haber atenuado levemente las sanciones económicas.

Aunque parece poco probable que EE.UU. avance de frente hacia el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela, no se descarta un acercamiento de facto. ¿La razón? Las licencias petroleras de empresas estadounidenses en territorio venezolano y el factor migratorio.

En ese último punto, Trump ha apuntado que pretende reanudar los vuelos de repatriación con Caracas, en su lucha contra la migración irregular, por lo que se podría imponer el pragmatismo.

¿Y qué hay de Centroamérica?

Con toda probabilidad, América Central se verá severamente afectada por las nuevas políticas de la ‘era Trump’, ya que se espera el cierre de importantes programas que trataban de paliar las causas estructurales de la migración en estos países.

Además, ha tomado relevancia el asunto de canal de Panamá. Trump quiere retomar su gestión, justo cuando se cumplen 25 años del paso de esa ruta a manos panameñas. En juego está el control del canal por el que transita alrededor del 5 % del comercio mundial.

Argentina con la mira puesta en el FMI

Milei es uno de los invitados ilustres a la toma de posesión de Trump este lunes, un gesto que refleja la buena sintonía que hay entre el republicano y el mediático presidente libertario.

Sin embargo, sus intereses económicos pueden estar encontrados. Así, los aranceles anunciados por Trump podrían hacer un roto en el cotizado sector agropecuario argentino.

Pese a ello, no se espera que Milei alce la voz contra Washington, ya que aspira a que la nueva administración estadounidense le respalde en la nueva revisión pendiente con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en la que pretende que se liberen nuevos recursos financieros.

Fin de la tímida apertura con Cuba

La toma de posesión de esta jornada también pone en duda la continuidad de la tímida apertura que hubo hacia Cuba durante el mandato de Joe Biden, quien amplió los viajes autorizados y sacó a la isla de su listado unilateral de países «patrocinadores del terrorismo». De hecho, La Habana entró al temido ranking durante la primera administración de Trump.

Se vislumbra que varios partidarios de la línea dura con Cuba formarán parte del nuevo Gobierno de EE.UU., como el propio Rubio, por lo que es de esperar un aumento de la presión que podría agravar la crisis en la isla, sometida a más de medio siglo de bloqueo económico y comercial por parte de EE.UU.

El estilo de un «Rambo» ultraconservador

Este lunes 20 de enero de 2025 Donald John Trump fue juramentado como el 47º Presidente de Estados Unidos. Hay un curioso paralelismo que no podemos pasar por alto: Trump, como el Che, nació un 14 de junio. En el caso del magnate neoyorkino, del año 1946; el Che en 1928. Por supuesto que ahí se acaban las similitudes. Trump es una suerte de «Rambo» ultraconservador –pero proteccionista, para disgusto del mandatario argentino Javier Milei– que se ha arrogado la misión de hacer que Estados Unidos recupere su primacía mundial como imperio. «Lograr la paz por la fuerza» es una de las frases favoritas de sus consejeros para retomar el predominio que ese país supo retener desde las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.

El Che, en cambio, fue uno de los más grandes luchadores antiimperialistas de la historia y un hombre de una integridad personal y política insuperables. El neoyorquino, en cambio, es su perfecta antítesis: un empresario corrupto hasta la médula, experto en fabricar bancarrotas y estafar inversionistas ingenuos, y un incurable aficionado al alquiler de sexo y al consumo de drogas.

Llega a la Casa Blanca, para eterna deshonra de su nación, habiendo sido encontrado culpable de la comisión de 34 delitos de diversos órdenes. Se imponía una sentencia mínima de cuatro años de cárcel y una millonaria indemnización. Pero en un alarde de irrespeto por el derecho el juez de Manhattan, Juan M. Merchán, decidió olvidarse de ambas cosas y se abstuvo de ejecutar la sentencia, habilitando así el ingreso de Trump a la Casa Blanca.

Los memoriosos recuerdan que es el primer delincuente probado y sancionado que llega a la Presidencia de Estados Unidos, un dato que demuestra con elocuencia la profundidad del proceso de putrefacción del orden político y judicial de ese país.

Distinto tiempo

El personaje que retorna a la Oficina Oval es cuatro años más viejo, a pocos meses de cumplir 79 años. Si antes, en su primer mandato (2017-2021), se caracterizó por su prepotencia, su desprecio por el diálogo y por su racismo, tales rasgos se acentuaron a medida que envejecía. Ya en su momento calificó a algunos países latinoamericanos como «shit holes» (“hoyos de mierda”, en castellano) y a los migrantes como ladrones, narcotraficantes y violadores. Aunque parezca imposible, hoy ha escalado esa virulencia verbal preparando el clima ideológico para la expulsión de millones de inmigrantes indocumentados, algo que, de concretarse siquiera en una mínima extensión, provocaría una crisis humanitaria de enormes proporciones.

Pero además del riesgo que significa que Trump pudiera correr la suerte de Joe Biden y su senilidad, hay otro elemento que torna mucho más peligroso su retorno a la Casa Blanca: el elenco que constituye su primer círculo de asesores y ejecutores de sus políticas está constituido por halcones agresivos y especialmente interesados en precipitar un «cambio de régimen» en países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, y también acosar a China manipulando a Taiwán, amén de ser decididos partidarios de las políticas del sionismo en Palestina.

Hay dos nombres clave en este tenebroso entorno: el del secretario de Estado, Marco Rubio, y el del enviado especial para América Latina, Mauricio Claver-Carone. Ambos nacidos en la Florida y representantes de la mafia anticubana que, apelando a los peores métodos, domina la política de ese crucial «estado fluctuante» cuyos votos pueden decidir una elección, como lo hicieran en el 2000. En esa ocasión el candidato demócrata Al Gore fue el ganador por el voto popular a escala nacional, pero perdió en el estado de Florida en donde los jueces luego de un par de meses de examen de un puñado de votos y actas de los distritos con mayoría de afroamericanos en ese estado dictaminaron que en Florida había ganado George Bush (h). El hermano de George, «Jeb», era casualmente gobernador de ese estado. Con estos antecedentes, poco bueno se puede esperar del dúo Rubio-Claver Carone, nacidos y criados en ese ambiente mafioso.

Se sabe que Rubio hace años que sueña con una reedición de la invasión a Playa Girón y que Trump se entusiasma con la idea de combatir al narcotráfico en México bombardeando con drones sus enclaves territoriales, especialmente en Sinaloa. Pero el mundo ha cambiado y mucho desde la primera Presidencia de Trump y hoy el multipolarismo es una pétrea realidad.

Hay nuevas y muy poderosas reconfiguraciones de poder a escala internacional –el BRICS es solo una de ellas– y Estados Unidos no podrá hacer lo que a Trump se le venga en gana. Por eso parece poco probable que su incendiaria palabrería pueda traducirse en hechos concretos y duraderos, más allá de algunos gestos espectaculares. En todo caso, en pocas semanas podremos someter a prueba estas hipótesis. Mientras, la voz de orden en Latinoamérica y el Caribe debe ser: «¡En guardia!».

@atilioboron

https://accion.coop/, Buenos Aires.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Síguenos en Redes Sociales

Scroll al inicio