Por Ilka Oliva Corado
Los medios corporativos tienen el dinero y el poder para manipular cualquier tipo de información, porque corresponden a intereses oligárquicos: que son los de las bandas de criminales que hacen del sistema la cadena que esclaviza a los pueblos y enriquece a los lacayos.
Estos medios corporativos tienen infinidad de rostros, apariencias y personalidades, una caja de resonancia que muchas veces aparenta ser la melodía dulce de la fantasía, que mantiene a gran parte de la sociedad dentro de una burbuja de comodidad e ignorancia. Porque un pueblo desinformado es un festín para el hambre de los lacayos.
Medios que distribuyen masivamente y meticulosamente, desinformación con apariencia de verdades y realidades que, esconden la crueldad de los gobiernos que se han postrado a los pies del amo, para recibir sobras a cambio de la opresión de sus pueblos.
Estos medios corporativos podrán tener el dinero y el poder, los tentáculos suficientes para maniobrar a su gusto en el imaginario colectivo: tanto en televisión, prensa y radio y mucho más aún en las plataforma de las redes sociales. Pero no tienen la voz, el corazón y la dignidad de los pueblos enardecidos que buscan su libertad y; un pueblo informado es el arma más poderosa del mundo, por esa razón la inversión en la desinformación es millonaria.
Los pueblos deben estar atentos y despiertos ante este tipo de adormecimiento amnésico, que busca mantenerlos sedados y ajenos a las realidades, esto como estrategias de dominación masiva.
Los ciudadanos tienen la obligación individual y colectiva de cuestionar, investigar, leer, divulgar y compartir información una y otra vez por vertientes distintas, para que no se logre borrar de un plumazo la Memoria Histórica y sean la memoria individual y colectiva los ejes centrales de la resistencia de los pueblos que se niegan a dejarse engañar y pisotear.
Es un mínimo de esfuerzo, es amor propio, es solidaridad, es consecuencia política y humana, es una estrategia de resistencia, es un empoderamiento colectivo, es pasar la estafeta, es no resignarse, es no bajar los brazos, es seguir caminando.
Es sembrar en tierra fértil aunque los medios corporativos nos digan que son baldíos, el páramo más seco es capaz de florecer; los pueblos del mundo aún no están vencidos, nos quieren hacer creer que lo estamos pero no es así, aún no han logrado apagar el fuego de nuestras almas que mantienen el rescoldo de la dignidad de nuestras raíces ancestrales y los sueños de nuestros mayores.
Es un mínimo de esfuerzo, es confiar en la capacidad de comprensión lectora y formular el análisis propio, que siendo diferente representa una oportunidad de resistencia, de las tantas que un pueblo es capaz de crear con su ingenio, su amor, su cultura, su lealtad y su raíz milenaria.
Es un esfuerzo mínimo mantenernos despiertos, para salir a encontrar la alborada, porque siempre llega, aunque nos quieran hacer creer que la noche y su densa oscuridad es una oda a la impunidad, pero tan solo es la fuerza que nos nutre para enfrentar la luz del nuevo día.