POR MAURICIO JARAMILLO JASSIR /
Con el triunfo de la izquierda en Colombia en las elecciones presidenciales de 2022, se insistió en la desinformación apelando a tres esquemas: las noticias falsas, los titulares engañosos y la información parcial.
No nos cansaremos de repetirlo: la información es un campo de lucha cada vez más relevante. Si bien a lo largo del siglo XX con la aparición de medios de comunicación masiva hemos sido conscientes de esta importancia, desde que se empezara a hablar sobre el ‘efecto CNN’ en la década de los 90 y luego con la aparición del internet y subsecuentemente las redes sociales, la lucha se ha complejizado a niveles inéditos.
En Colombia con la elección del primer gobierno progresista en 2022, hemos asistido a una campaña sin antecedentes de desinformación para lograr lo que la derecha no pudo en las urnas. Es más, antes del resultado de las elecciones de 2022, la derecha ya había mostrado la manera en que estaba dispuesta a echar mano de la manipulación.
Así sucedió en 2016 en el plebiscito por la paz que convocó el entonces Gobierno de Juan Manuel Santos. Desde ese momento, la derecha confeccionó una estrategia basada en el miedo, poderoso convocante y se dedicó a mentir y desinformar sobre los efectos de la puesta en marcha de los Acuerdos de La Habana para la terminación definitiva del conflicto. Se dijo que estarían en riesgo las pensiones (jubilaciones o retiros), que los firmantes de paz (desmovilizados) se convertirían automáticamente en generales y que el país se encaminaría a una “venezolanización”, una advertencia no sólo infundada sino con tufo a xenofobia.
La estrategia basada en la desinformación descarada se complementó por una compartimentalización de los mensajes, y en función de la zona se hizo mayor énfasis en una mentira que en otra. El resultado fue apenas obvio, se impuso el “no” y como es costumbre en Colombia, el establecimiento apostó por una guerra “con hijos ajenos”.
Desde ese entonces, la derecha entendió el alcance de la desinformación como arma política. En 2018 y con el miedo de nuevo como eje discursivo dividió a los sectores más progresistas y liberales y el centro que ha sido mezquino prefirió la autosalvación a cualquier propósito colectivo en defensa incluso de la democracia. El mal llamado “centro” político jamás ha sabido de coherencia ideológica y frente a cualquier dilema ha basculado a la derecha, incluso simpatizando en no pocas ocasiones con las versiones más extremas.
Con el triunfo de la izquierda, se ha insistido en la desinformación apelando a tres esquemas: las noticias falsas, los titulares engañosos y la información parcial. Estas semanas se ha intensificado esa campaña por varios motivos. En primer lugar, por el desempeño económico positivo conseguido por el progresismo. En efecto, ha fracasado la apuesta por una profecía autocumplida y que el país sufriera por una salida masiva de capitales, perdiera toda elegibilidad para el crédito internacional y se impusiera una escasez. Sin embargo, el libreto del “golpe blando” no funcionó por el lado de la ingobernabilidad por eso ahora hay que echar mano a la manipulación.
En segundo lugar, esta desinformación se ha intensificado a medida que se acerca el 2026, año electoral. Se trata de sembrar la sensación ya no de una catástrofe política, sino de un gobierno que no ha cambiado nada y es corrupto como sus predecesores. El relato hegemónico ha cambiado, pasamos de la amenaza constante de la hecatombe a un gobierno que no tiene probidad moral. Todo es consecuencia de la premura por hacer inviable al progresismo.
Y, en tercer lugar, la realidad global tiene incidencia. La derecha colombiana ha tomado nota de las estrategias que otros fascismos ponen en marcha en el mundo en el discurso anti derechos. Basta ver la manera en que Elon Musk puso al servicio de la candidatura de Donald Trump la red social X, los engaños para que el Brexit prevaleciera en el Reino Unido o las falacias sistemáticas de Javier Milei, grotescas pero efectivas.
En estos días se denunció una noticia falsa descarada por parte de la revista Semana que se ha acostumbrado a desempeñar un papel clave en la imposición en la agenda de los valores de la extrema derecha. Como lo denunció Camilo Sánchez para El País de España (medio hegemónico), la revista que sirvió durante años a la candidatura de Vicky Dávila a la Presidencia para 2026, fabricó una noticia sobre Francisco Vera, menor de edad ambientalista, quien actualmente vive en el exilio. Supuestamente en un diálogo con la revista, habría afirmado que no estaba interesado en ser presidente. Sin embargo, el activista ambiental jamás fue entrevistado a pesar de que un titular de la revista así lo dejaba entender.
Vera ha recibido distintos ataques en redes sociales y un matoneo alimentado por voces de la extrema de derecha que, rara vez los políticos de ese campo desautorizan o condenan. La revista Semana, como era de esperarse no rectificó ni ofreció excusas, se ha vuelto una costumbre que estos medios hegemónicos vean en las rectificaciones un síntoma de debilidad. Acá lo que vale es imponer una narrativa, mas no informar, deliberar o confrontar con argumentos.
El campo de la comunicación debe superar el mito de la objetividad, neutralidad e imparcialidad. Los medios no pueden se neutrales frente a violaciones a los derechos humanos, eso sí, deben ser rigurosos y ecuánimes a la hora de presentar debates o disensos donde hay diversos puntos de vista, pero siempre legítimos. No obstante, y aunque parezca una obviedad, en Colombia es urgente mencionarlo: la apología al odio y a la violencia no son opiniones y nada legitima, aunque sean medios privados que se apele a la desinformación como estrategia política.
Diario Red, España.