EDITORIAL TSC /
El cuestionado alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez Zuluaga, al ordenar borrar un mural que expresa la lucha de decenas de madres por reivindicar justicia ante sus hijos desaparecidos, intentó acallar su voz y la de miles de ciudadanos comprometidos con la defensa de la paz, y lo que consiguió fue una movilización popular masiva y vigorosa en varias ciudades del país.
En la última semana el mural que originalmente se pintó en Medellín ha sido replicado por un movimiento espontáneo de artistas, activistas de derechos humanos y ciudadanos de buena voluntad que han hecho colectas públicas para solidarizarse mediante expresiones artísticas callejeras con las madres de los desaparecidos en la fosa común más grande de Colombia, La Escombrera, en la capital de Antioquia.
Con su actitud negacionista, violatoria del derecho fundamental a la libre expresión, el burgomaestre de Medellín consiguió que nadie en Colombia se olvide de ellas ni de la terrible historia que se esconde en esa fosa común. Ahora todo el mundo lo tiene muy claro: “Las cuchas tienen razón”.
En Bogotá, luego de elaborado el mural en la céntrica calle 45 con carrera Séptima, en la noche del sábado 18 de enero, militantes del uribista Centro Democrático en horas de la noche lo vandalizaron tapándolo con pintura negra. En las primeras horas del domingo 19 los activistas protestaron por las redes sociales e hicieron una nueva convocatoria para volverlo a pintar, lo cual refleja una posición férrea de no dejarse amilanar por los sectores oscurantistas que defienden el negacionismo y le apuestan a perpetuar la guerra en el país.

Esta expresión de solidaridad con las víctimas del conflicto, específicamente con las madres de los desaparecidos durante las operaciones Mariscal y Orión a inicios de la década de 2000 en la aciaga época del Gobierno de la “Seguridad Democrática” de Uribe Vélez que dejó numerosos muertos, desaparecidos, desplazados y estigmatizados, constituye además una acción para reivindicar el derecho a la memoria de los seres queridos que fueron arrebatados de manera miserable a sus familias.
Podrán borrar los murales, como busca el uribismo y sus corifeos, pero no podrán borrar la verdad, ni podrán tapar los graves hechos de La Escombrera, la fosa común más grande de Colombia.
Federico Gutiérrez en 2016 les dijo “locas” a las madres y fue reiterativo al señalar que en La Escombrera no iban a “encontrar nada”. Hoy, ellas con su indeclinable lucha por la verdad han demostrado que tenían la razón. Solo en los últimos dos meses se han hallado más restos óseos en ese lugar.
De ahí que, en declaraciones periodísticas, el magistrado de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), Gustavo Salazar, fue contundente al señalar: “Las madres tenían razón: La Escombrera era lo que ellas decían”, sobre hallazgos en la Comuna 13 de Medellín.

Es alentador observar la reacción ciudadana valerosa y activa ante la torpeza y los atropellos de exponentes de la ultraderecha en Colombia como el alcalde Federico Gutiérrez y el uribista Centro Democrático, lo que demuestra que pese a su poder económico y sus medios de (in)comunicación, se está generando conciencia y abriendo paso un amplio y sólido movimiento popular en el país dispuesto a construir un país decente, solidario, en paz y con bases democráticas.